Si ya no tengo un negocio, ¿sigo siendo emprendedor?
¿Si no estoy lanzando nada?
¿Si no tengo un equipo?
¿Si no recibo todo el tiempo notificaciones de Stripe contantes y sonantes?
Ahora te digo lo que pienso sobre eso. Pero antes, déjame confesarte algo íntimo y personal.
Este lunes 31 de diciembre, mandé mi último email diario del negocio.
Estábamos con Marta en un restaurante, esperando a que nos trajeran la comida.
Y no pude evitar sacar el móvil, leerlo y emocionarme.
Fue jodido eso, te lo reconozco.
Quiero decir, yo no soy alguien que se emocione con facilidad.
Ojo, no te digo que eso esté bien, es más, posiblemente sea contraproducente. Pero es así.
Entonces, leí el email y me di cuenta de que realmente se había acabado.
¿Sabes cuándo tienes claro que la decisión que tomaste es la correcta, pero aun así, te da pena por todo lo vivido?
Pues eso.
Bien.
Ahora soy un emprendedor sin negocio.
Suena curioso eso. Podría ser nombre para un podcast:
“El emprendedor sin negocio”. No suena mal, ¿no?
Bueno, el asunto es que le he dado vueltas esta semana. Al concepto, digo.
¿Tiene sentido eso? ¿O es solo un autoengaño por no aceptar la realidad de lo que decidí?
Pues mira, me he dado cuenta de algo.
Me he dado cuenta de que, lo que estaba cuestionando no era si seguía siendo emprendedor.
Lo que estaba cuestionando era si seguía siendo libre.
Porque, al final, siempre se trató de la libertad.
Emprendí para no tener que obedecer jamás a un jefe psicópata. Para no conformarme con un sueldo limitado. Para no tener que pedir permiso hasta para ir a cagar.
Pero si algo he aprendido a lo largo de estos más de siete años en el circo online, es que montar un negocio no te hace automáticamente libre.
De hecho, si no vas con ojo, te convierte en un esclavo digital.
Mira.
Cuándo tenía el negocio, trabajaba más que nunca. Seguro que me entiendes:
Clientes, facturación, sistemas, estrategias…
Siempre había algo que hacer. Siempre había algo pendiente. Siempre había algo. Siempre.
Y no me malinterpretes, me molaba lo que hacía. Pero cuando tu vida es el negocio, ¿eres realmente libre?
Insisto:
¿Cuándo tu vida es el negocio, eres realmente libre?
(Insisto porque sé que esto hará pensar a montones de suscriptores de esta lista que están exactamente en el mismo punto en el que estaba yo).
Porque, ee mi opinión sesgada del día, libertad no es facturar más.
No es tener un equipo al que delegar.
No es duplicar ventas año tras año sin solución de continuidad.
Libertad es poder decidir qué haces, cuándo lo haces y por qué lo haces.
Y ahí fue donde me di cuenta de que, aunque el negocio iba bien, yo no.
Porque yo no era libre.
Estaba atrapado en el círculo vicioso del hacer, hacer y hacer, sin pensar si todo eso tenía sentido más allá de llenar mi ego y mi wallet de bitcoin.
Como si eso significara algo.
Hasta que un día no tuve más cojones que preguntarme:
«Si dejo esto, ¿quién soy?»
Cómo te decía, esta semana le he estado dando vueltas al asunto.
Es lo que tiene tener tiempo para lo importante.
Y ahora te puedo decir que lo tengo claro:
Soy emprendedor.
Siempre lo fui. Incluso, cuándo todavía trabajaba para otros.
Y lo soy, no porque tenga un negocio, sino porque esta es mi forma de vivir y de ver el mundo.
Una vida en la que nada tiene verdadero sentido si no eres libre.
Iba a terminar aquí el email, por todo lo alto, pero hoy me apetece hablar más contigo.
¿Sabes cuándo vas a terminar ese audio a un amigo, pero sigues porque te apetece contarle cosas?
Pues eso.
Ser emprendedor no depende de tener un negocio.
Hoy no tengo un negocio, pero sigo siendo emprendedor.
Porque emprender no es solamente recibir todo el tiempo notificaciones de Stripe contantes y sonantes, que llenan tu ego y tu wallet de bitcoin.
Es crear.
Y ahora mismo estoy creando algo que nunca antes tuve.
Algo fundamental, que muy pocas personas tienen la suerte de poder vivir:
Espacio para mí.
Espacio para aprender. Para leer. Para entrenar. Para rodearme de gente cojonuda.
Y, sobre todo, espacio para decidir proactivamente qué quiero hacer con mi vida.
No conformarme con lo que hay, como si no fuera posible cambiarlo.
Decidirlo.
En fin, que 2025 empieza sin negocio.
Y, sorprendentemente, he llegado a un punto en el que me siento tranquilo con eso.
Porque, por primera vez en años, no siento la presión de tener que construir algo nuevo inmediatamente para validarme ante nadie.
No necesito demostrar nada.
No tengo que correr hacia ninguna parte.
Sé que, cuando llegue el momento de empezar algo nuevo, lo haré porque quiero, no porque siento que debo hacerlo.
Esa es mi definición de libertad.
Y esa libertad no viene de lo que tienes, sino de lo que decides.
Porque solo eres libre cuándo puedes decidir.
Solo eres libre cuándo puedes decidir. Y aquí verás cómo hacerlo.
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