Joder, creía que lo había logrado.
Que ya era libre.
Que había soltado mi negocio y que por fin podía vivir…
Pero no.
Lo que no sabía es que estaba a punto de cagarla de nuevo y volver a caer otra vez.
Y en este email voy a confesártelo. No lo he hecho antes porque no me sentía preparado. Pero hoy sí lo estoy. Creo.
Antes, déjame contarte que el miércoles publiqué el segundo episodio de “Libre para decidir”.
Sí, este podcast improvisado, grabado únicamente con el móvil, desde la calle, sin edición ni guarnición. Un programa crudo y desnudo, de mi mente a tu mente.
Pues que el miércoles publiqué el episodio #2 en el que te explico como la inercia, el ego, el apego y la validación me arrastraron a seguir adelante con el negocio, sin cuestionarme si lo que hacía realmente me hacía feliz.
18 minutos en los que quizás descubras algo que no sabías que necesitabas escuchar.
Échale un oído cuándo termines de leer este email aquí.
Verás.
Cuando decidí soltar el negocio a finales de 2024, la realidad es que emocionalmente lo había soltado mucho antes.
Durante meses, sentí que el negocio ya no era para mí. Que, de alguna manera, ya no era mío.
Lo veía en cada decisión que postergaba.
Lo sentía en cada venta que, aunque entraba sin esfuerzo, entiéndeme con lo “sin esfuerzo”, ya no me generaba ninguna satisfacción.
Lo sabía cada vez que me sentaba en el despacho y, en lugar de sentirme motivado y excitado, lo único que quería era irme a dar una vuelta o a entrenar para esculpir más y mejor mi cuerpo de dios griego a los 41.
Bueno, que mi cabeza ya lo había soltado.
Pero el gran error no fue soltarlo tarde, que también.
El gran error fue lo que vino después.
Lo entenderás rápido.
¿Sabes cuándo alguien deja una relación y, en lugar de tomarse un tiempo, se mete de cabeza en otra únicamente para no estar solo?
Todos tenemos un amigo que sigue ese patrón continuamente.
Pues eso mismo hice yo, pero con el negocio.
Fui al notario, firmé la liquidación de la SL y, automáticamente, empecé a buscar otro desesperadamente.
Como el que entra en Tinder y le da todo el tiempo a la derecha sin mirar (qué hombre no aplicó la pesca de arrastre alguna vez…)
Y lo hice, no porque lo necesitara.
Lo hice porque me aterraba el vacío.
Porque estaba tan acostumbrado a estar construyendo algo que no sabía estar quieto.
Porque la idea de “no tener un negocio” después de tantos años, me hacía sentir… vacío.
Así que, como buen emprendedor empotrador, monté un nuevo MVP ipsofactamente.
(Que hoy en día teniendo internet es algo que hasta mis haters más profundos podrían hacer).
Lo monté y lo validé.
Tenía buena pinta. Podía haber seguido. Podía haberlo escalado.
No es algo especialmente difícil para alguien que solo sabe hacer eso en la vida.
Pero entonces me di cuenta de que gilipollas que estaba siendo:
No lo estaba haciendo porque quisiera. Lo estaba haciendo para llenar el hueco que había dejado mi negocio.
Exactamente igual que cuándo sales de una relación y te metes en otra.
Exactamente igual.
Por eso, mi mayor error no fue soltar el negocio tarde, es decir, esperar demasiado.
Fue no soportar el vacío, el silencio empresarial.
Porque soltar un negocio de forma sana no es solo cerrar la cuenta de Stripe dejar de vender.
Soltar un negocio de forma sana es soltar la necesidad de montar otro inmediatamente.
Insisto: soltar un negocio sanamente es soltar la necesidad de montar otro inmediatamente.
Es aprender a vivir sin la droga dura de estar siempre creando algo, montando algo, lanzando algo o vendiendo algo.
Sin la dopamina del emprendedor empotrador.
Es no buscar un sustituto inmediato para evitar la incomodidad del silencio incómodo.
De no saber qué hacer después.
Aunque, si lo piensas bien…
El vacío no es problema.
El problema fue que no supe estar en él.
Por lo que he estado hablando últimamente con otros empresarios y emprendedores que también soltaron negocios rentables, esto es algo habitual.
A ver, que tampoco he hecho un estudio sociológico exhaustivo, pero hablar con personas a las que admiras y han pasado por lo mismo que tú, también sirve
Veo que muchos lo dejan… pero no de verdad.
Siguen enganchados al ritmo, a la validación, al ego, al apego, a la idea de que “tienen que hacer algo”.
No soportan el silencio.
No soportan la pausa.
No soportan mirar hacia dentro y no saber qué viene después.
Y por eso, la mayoría nunca suelta del todo.
Porque en cuanto dejan un negocio, montan otro sin pensar.
No porque quieran.
Si no porque no saben estar sin él.
Lo sé bien.
Y esa… es una puta cárcel invisible en la que no hay tercer grado. O sales de verdad, o te quedas ahí encerrado para siempre.
Mira.
Si algo he aprendido en este proceso es que la verdadera libertad no está en soltar un negocio.
Está en soltar la necesidad de tener uno.
Si dejas algo, deja también la urgencia de reemplazarlo.
Si sueltas, suelta de verdad.
Y si sientes el vacío… quédate ahí un rato.
Como con las parejas.
Porque es en ese espacio donde, por primera vez, vas a escucharte de verdad.
Solo eres libre cuándo puedes decidir. Y aquí verás cómo hacerlo.
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